Penfluridol

Acción terapéutica.

Neuroléptico.

Propiedades.

Penfluridol es un neuroléptico que carece prácticamente de propiedades sedantes, por lo que es necesario administrarlo junto con otros psicotrópicos más inhibitorios, principalmente durante episodios esquizofrénicos o paranoicos agudos. Penfluridol pertenece al grupo de las difenibutilpiperidinas y se destaca por poseer una potente actividad dopaminérgica y mínima acción antiserotoninérgica y adrenérgica. Penfluridol inhibe la aparición del delirio que se observa durante cuadros alucinógenos, posiblemente por su efecto sobre los tejidos mesocortical y límbico, y por su actividad sobre los ganglios basales (vías nigroestriadas) se observan efectos secundarios extrapiramidales como distonía, acatisia y parkinsonismo. Como consecuencia de su acción antidopaminérgica a nivel periférico, los pacientes pueden padecer náuseas y vómitos, relajación de los esfínteres gástrico e intestinal y aumento de la liberación de prolactina. Penfluridol es un medicamento de acción antiautista potente y, por lo tanto, estimula a los pacientes apáticos o con retraso motor. Su absorción por vía gastrointestinal es completa y su efecto es prolongado (aproximadamente de una semana). Penfluridol se une en un 98% a las proteínas plasmáticas y se metaboliza ampliamente en hígado, fundamentalmente por N-dealquilación oxidativa. Su excreción se realiza principalmente por heces y en menor proporción por orina.

Indicaciones.

Tratamiento de mantenimiento en los pacientes con sintomatología esquizofrénica y paranoide.

Dosificación.

Dosis inicial: vía oral, 20mg a 40mg una vez por semana. Dosis de mantenimiento: 20mg a 60mg por semana. En aquellos pacientes que ya están recibiendo una droga neuroléptica, se aconseja ir reduciendo en forma progresiva la dosis de ésta, a la vez se administran dosis crecientes de penfluridol, comenzando con una dosis inicial de 20mg.

Reacciones adversas.

Los efectos adversos son leves, de baja frecuencia, raros y, en general, remiten a las 48 horas para desaparecer espontáneamente a las 3-6 semanas del tratamiento. Estos incluyen parkinsonismo (bradicinesia, rigidez muscular, problemas para la marcha, afasia, temblor, micrografía), distonía o discinesia aguda (tortícolis, trismo, crisis oculógiras), acatisia, hiperprolactinemia (en algunos casos, conduce a galactorrea o amenorrea), síndrome neuroléptico maligno que se caracteriza por hipertermia, rigidez muscular, labilidad autonómica, alteraciones de conciencia, coma y aumento de CPK. Los signos de disfunción autonómica como taquicardia, labilidad de la presión arterial y sudación preceden a veces a la hipertermia y representan signos de alarma precoces. En estos casos el tratamiento con penfluridol debe suspenderse de inmediato, iniciándose las medidas de soporte oportunas y una vigilancia cuidadosa. Otros efectos secundarios observados son alteraciones visuales, hipotensión, síntomas gastrointestinales (náuseas y vómitos), fatiga, salivación, sudación excesiva, mareo, confusión, cefalea, dermorreacciones y aumento de peso. Muy raramente se observó depresión, alteraciones de la función hepática y taquicardia benigna.

Precauciones y advertencias.

Se recomienda la administración simultánea de otros psicotrópicos en pacientes agresivos, debido a que penfluridol no posee efecto sedante. Se aconseja administrar con cautela a los pacientes con disfunción hepática, así como a pacientes epilépticos, ya que disminuye el umbral de las crisis convulsivas. Se recomienda reducir a la mitad la dosis inicial normal en los pacientes ancianos, ya que éstos son especialmente sensibles a los efectos extrapiramidales de penfluridol. La eficacia y seguridad de esta droga no ha sido estudiada en niños menores de 12 años. El tratamiento con penfluridol deberá ser interrumpido por la aparición de la discinesia tardía, sobre todo si se trata de pacientes de más de 50 años. Este síndrome se caracteriza fundamentalmente por movimientos rítmicos e involuntarios de la lengua, cara, boca y maxilares, y el riesgo de aparición aumenta aparentemente con la edad y con la dosis de penfluridol administrada, especialmente en la mujer. Las manifestaciones persisten en forma permanente en algunos casos y, hasta el momento, no se conoce ningún tratamiento eficaz. En algunos casos, fue posible evitar la instalación del síndrome de discinesia tardía al interrumpir la administración. Los pacientes que conduzcan vehículos u operen con maquinaria peligrosa deben ser advertidos de la posibilidad de sufrir mareos o alteraciones del estado mental, sobre todo durante el primer día del tratamiento. Tanto durante el embarazo como la lactancia, penfluridol debe ser administrado sólo en aquellos casos en los cuales el beneficio para la madre supere los riesgos a los que está expuesto el bebé.

Interacciones.

Penfluridol puede potenciar la depresión del sistema nervioso central inducida por otros fármacos depresores del SNC, como alcohol, hipnóticos, sedantes o analgésicos potentes. A pesar de que penfluridol no posee efectos depresores de la respiración, puede potenciar la depresión respiratoria producida por opiáceos. La administración conjunta de penfluridol y antihipertensivos puede exacerbar o predisponer la hipotensión ortostática. Cuando se administra penfluridol con drogas inductoras de las enzimas hepáticas como el fenobarbital, la carbamazepina o la fenitoína, es necesario en algunos casos aumentar la dosis de penfluridol. Penfluridol inhibe el efecto de los agonistas dopaminérgicos como la bromocriptina y L-dopa.

Contraindicaciones.

Pacientes con trastornos depresivos, coma o síndrome de Parkinson, con hipersensibilidad a esta droga o a otros derivados de la difenibutilpiperidina.

Sobredosificación.

En casos de sobredosis, se acentúan las reacciones adversas que ocurren normalmente con la posología usual y, principalmente, se observan reacciones extrapiramidales, hipotensión leve y sedación. Puesto que no se conoce ningún antídoto específico, el tratamiento es sintomático y de soporte y consiste en lavado gástrico, establecimiento de una vía aérea permeable y, si fuera necesario, respiración mecánica asistida. La hipotensión y el colapso circulatorio asociados se controlan con medidas de soporte como hidroterapia intravenosa, plasma o albúmina concentrada y vasopresores como dopamina y dobutamina. Los síntomas extrapiramidales deben tratarse con un preparado antiparkinsoniano de tipo anticolinérgico.